Hombre de club, con manías pero ha logrado atemperar su pronto. No ha cambiado el estilo ni la filosofía del buen gusto por el fútbol del Villarreal, simplemente ha tuneado la idea. Control del vestuario con gesto de hierro pero guante de seda. Capaz de darle un tirón de orejas a Gio antes de irse de vacaciones y hacerle comprender que esta debía ser su temporada para explotar definitivamente como el crack que es, y también de comprender y arropar a Musacchio este verano. No es habitual que los entrenadores prefieran jugadores jóvenes en lugar de veteranos contrastados. Y, desde luego, tampoco es de los que se enrocan en sus ideas. Sabe rectificar. Sí, porque en un principio Javier Espinosa no tenía reservado, ni mucho menos, un dorsal en el primer equipo. Y al final fue una de las dudas existenciales que se llevó a la cama el día antes de la eliminatoria ante el Astana.

Me refiero a Marcelino, a quien le gusta mandar y controlarlo todo. Cierto, pero como los grandes líderes de grupo sabe delegar las funciones. Rubén Uría no es un segundo entrenador que se dedique a recoger los conos como otros que han pasado por el Villarreal. Es un tipo inteligente y estudioso del fútbol, que sabe decirle a Marcelino que no está de acuerdo con él. Lo mismo para Ismael Fernández, el preparador físico, uno de los tipos más queridos, pese a su rol de hombre duro, en el vestuario. Un profesional excepcional, que conserva la humildad de un tipo que nunca rehuye de su origen humilde de la cuenca minera de Asturias. Un cerebro de La Felguera. Sigo con Héctor Usó, a quien su padre Pascual le metió el veneno del Villarreal en el cuerpo, y es el encargado de que las agujas de la báscula no rebasen los máximos de peso autorizados. Alguna multilla para pagar las cenas, pero los jugadores del Villarreal vuelan. Gabriel tiene menos grasa en el cuerpo que un medallista olímpico de los 100 metros.

La exigencia es alta. Todos lo saben. Marcelino no afloja. Y así con todos los profesionales que trabajan a su lado.

Es un obsesionado del fútbol y su trabajo. El vigilante de la Ciudad Deportiva ya le conoce. Es de los últimos en salir. No se recuerda un entrenador tan entregado a la causa como el asturiano. Llaneza y Roig no esconden que en un principio no estaban de acuerdo con la propuesta de Roig Negueroles para sustituir a Julio Velázquez. Marcelino no lo tenía claro y dijo no al Villarreal en julio de aquel año tumultuoso del descenso. Hoy, el presidente y el vicepresidente le tienen algo más que el simple respeto profesional. Y eso que el técnico amarillo siempre expresa lo que piensa. La diferencia de criterios enriquece, pero eso tampoco lo entiende la mayoría. Modelo de liderazgo como decía antes.

El grupo del vestuario del Villarreal es sano. Hacía tiempo que no veía a una decena de jugadores juntos de fiestas en su día libre. El año del descenso, se les podía ver en una conocida discoteca de Benicàssim totalmente separados, cada uno a la suya.

Es la fuerza de este Villarreal, que anoche le plantó cara a la constelación estelar del Barça. Es díficil correr más. Este grupo tiene hambre de ganar y la juventud por bandera y ayer logró que la maquinaria azulgrana tuviera que emplearse como si disputara una final. Perder 0-1 en el minuto 82 contra el Barça y estrellar tres balones al poste no está al alcance de cualquiera. La moneda estuvo en el aire hasta el último minuto... pero esta vez salió cruz. H