Querido lector, como tantos primeros de mayo, el último me fui a la manifestación de Castellón a celebrar con amigos y compañeros de trabajo lo que representa tan significativa fecha y que, este año, se convocaba bajo el lema Contra la pobreza salarial y social.

Digo con ello que, posiblemente junto a la bandera roja y su uso, el 1º de Mayo representa la tradición más universal y persistente del movimiento obrero y político mundial. Al tiempo, hay que señalar que, este 1º de Mayo y todos los que han existido en la historia desde su reconocimiento e institucionalización, son días de fiesta, la Fiesta del Trabajo o de los trabajadores. Aunque, también, han sido y son días de lucha y reivindicación en el que se renuevan, reformulan y se presentan, tanto las demandas del momento como las eternas aspiraciones de justicia social de los trabajadores.

Pero, reconozco que, esta vez, este año, no he ido a la manifestación influido por el peso que la mítica fecha y sus rituales tienen en la historia y entre las gentes de mi ambiente cultural y político ¡No! Mi presencia ha tenido que ver con la obligación moral, lo llamo así, de dejar constancia de oposición y de la necesidad de una alternativa frente a la dramática realidad que desde hace años vivimos y sufrimos los trabajadores en España y en la UE. Y es que han pasado muchos años desde que empezamos a hablar de crisis financiera, de los problemas que carcomen el sector financiero mundial y del papel dominante de lo monetario sobre la economía real. Pero lejos de soluciones satisfactorias, lo cierto es que crece la desigualdad social. La economía de la eurozona sigue atada al estancamiento que ha provocado las políticas de austeridad y el proyecto europeo de bienestar y solidaridad se difumina. En todo caso, tanto la sociedad española como la europea de ahora, las que salen de la recesión, no solo son más injustas sino que, además, dan la impresión de que sus políticos son unos títeres en manos de las imposiciones del capital y, sus gobiernos y todos los aparatos de los estados, parecen que han perdido su papel de garantizar el bien común y todo eso que facilita la convivencia, la paz y el progreso.

Bueno pues, por eso fui, más o menos, a la manifestación de Castellón del 1º de Mayo. Porque quería colaborar a que la Fiesta del Trabajo, como fiesta más importante de inicio de la primavera que es, ayude a la renovación de la vida social y lo haga impulsando la fuerza de los trabajadores que, a lo largo de la historia ha sido el sector que más ha contribuido al progreso y que, aun ahora, debe ayudar a reformular un cambio, el de una nueva sociedad con justicia social. H

*Experto en extranjería