Amigas y amigos de esta tribuna de CCOO. Ayer, 21 de enero de 2018, hubiese cumplido 100 años Marcelino Camacho Abad. Y por ello, desde sus CCOO y desde el PCE e IU queremos celebrar ese nacimiento. Nacimiento del que fuera uno de los fundadores del primer sindicato de este país. Como decía Ignacio Fernández Toxo el día en que lo despedíamos en Madrid, «Marcelino tenía un sueño, y ese sueño se llama CCOO». Y vaya si lo consiguió, porque si algo (entre muchos valores) era destacable en la persona de Marcelino es que tenía coraje sin límite y voluntad de hierro.

Nacido en 1918, el año que pone fecha a la peor pandemia de la historia -la llamada gripe española- y al final de la Primera Guerra Mundial, su vida es reflejo fiel de su tiempo. Guerra, exilio, represión, penuria, sindicalismo, política, cárcel y, sin embargo, ni la suma de todos esos factores borraron la sonrisa de esa cara que solo transmitía bondad y generosidad. Formó parte de ese grupo selecto que conforma una estirpe de lucha, compromiso y entrega a los demás.

«Sencillez y firmeza, larga trayectoria sin transfuguismos», escribió el propio Marcelino en Mundo Obrero, refiriéndose a Dolores Ibárruri, en palabras que hoy también sirven para él. «Humanismo, libertad, democracia, socialismo, toda una vida, y un ejemplo que los asalariados y asalariadas, los marginados y marginadas, los parados y paradas no deberíamos olvidarnos jamás».

Quizá todo está dicho ya con nuestro respeto y emoción. Respeto, ese es un tesoro que solo las personas honestas son capaces de obtener y dignificar. Marcelino debiéramos ser todas, ante el fascismo de manos blancas, ante los políticos cortijeros de las élites financieras, ante los corruptos de corbata color pastel, ante la indignidad de los explotadores. Marcelino debiéramos ser todas, y entonces la correlación de fuerzas no sería tan desproporcionada y, en todo caso, la batalla sería dada. Porque las batallas siempre han de darse. Marcelino las dio, armado de un coraje sin límite y de una voluntad de hierro. Se enfrentó a ellas con inteligencia, valentía y realismo. Por eso hoy, cobran nueva vida los versos que Mario Benedetti incluyera en Vamos juntos, uno de sus grandes poemas: «… esas muertes queridas van escribiendo la historia».

Marcelino tenía una de esas personalidades que magnetizan, que atraen, donde el carisma que transmitía y la efusividad afianzada en la coherencia te atrapaban. Tenía 7 años cuando, de la mano de mi padre (metalúrgico de profesión), vi por primera vez a Marcelino Camacho. Fue cerca de nuestra casa, en las CCOO de Vila-real de entonces, situadas en la calle Santa Catalina. Y entendí que estaba asistiendo a un acto importante. Porque lo único que allí se podía mover con mayor comodidad era el humo que cubría todo aquel salón (entonces se fumaba y mucho). Aquella asamblea, con el apretón de mano que me dio mi padre y la emoción que le traspiraban los poros, me enseñó años más tarde que, efectivamente, asistí a un acto que seguramente contribuyó (no en exclusiva) a forjar quien soy y que siempre permanecerá en mi recuerdo.

Como ya escribiera en el 2016, cuando celebrábamos el 50º aniversario de la constitución de las Comisiones Obreras del País Valencià, y para que lo que significó y representó Marcelino no quede en exclusiva en el recuerdo de unas pocas generaciones, sino que en nuestros jóvenes arraiguen esos valores de decencia y dignidad, y sepan defender derechos que les vienen y nos vienen de herencia, vamos a reivindicar el mejor de los espacios públicos en favor de Marcelino Camacho.

Gracias por tanto, ¡gracias por todo!

*Secretario general CCOO Comarques del Nord