Querido/a lector/a, es evidente que no podía dejar fuera de este mi pequeño rincón del alma el 50 aniversario del mítico Mayo-68. Posiblemente porque soy el último mono de la Asociación Francófona de la Vall y, eso, imprime carácter. Pero, sobre todo, porque aquellas protestas en París adquirieron el carácter de ser la mayor revuelta juvenil y estudiantil y la mayor huelga general de la historia de Francia y, seguramente de Europa Occidental. Tanto fue así que participaron unos diez millones de personas.

Si alguien se pregunta como comenzó, la respuesta inicial, cierta y simple tiene que ver con un motivo sexual: los estudiantes de la Universidad de Nanterre señalaron y exigieron que si chicos y chicas comparten clases también podían cohabitar en los pabellones universitarios. Pero fue a partir de la noche de las barricadas en el Barrio Latino cuando aquello empezó a tener otros tintes con la represión y la entrada en el conflicto de los obreros. De todas formas, la revuelta y las reivindicaciones no eran solo francesas, formaban parte de una lucha más global contra el imperialismo, la guerra, el autoritarismo, por los derechos civiles (Luther King, guerra del Vietnam, primavera de Praga, México, España franquista, etc.). En definitiva, los del Mayo-68 protestaban porque estaban hartos de votar en el marco de una democracia que no resolvía los problemas y no se podía mantener aquel «sois jeune et tais tois» o lo del otro «votez toujour, je ferai le reste». Creían que otro mundo era posible en el que «il est interdit d’interdir» y reclamaban «l’imaginacion prend le pouvoir» para construir un gobierno que «soyez realistes, demandez l’impossible» y con un nuevo proyecto más cerca del pueblo.

Querido/a lector/a, los del Mayo-68, símbolos de rebeldía, sabían que no iban a cambiar el mundo ni el sistema, que debajo de los adoquines no encontrarían la playa, pero cambiaron la vida y sus costumbres.

*Analista político