Que vivía en un país donde la estabilidad social, la felicidad familiar, la ausencia de carencias básicas, la esperanza en el futuro, y un largo etcétera de cuestiones que hoy por hoy no tenemos los españoles, existían y todo eso me hacía sentir pletórica al estar rodeada de sensaciones positivas y me dejé llevar por las triquiñuelas de mi subconsciente.

La xenofobia, la homofobia, las envidias, las mentiras, la incomprensión, el odio, el resentimiento y una larga serie de sentimientos y actos que empañan nuestra convivencia en la vida cotidiana, no tenían cabida en mi mundo ensoñado. Era tan auténtica la sensación de bienestar, que me aferraba para no despertar y volver a la triste realidad, lo cual ocurrió, produciéndome un choque emocional totalmente revulsivo.

Estamos aquí ante un panorama nada halagador. Somos un pueblo errante sin guía ni dirección precisa. La falta de confianza hace que no se pueda planificar ni a corto ni a largo plazo. Los cambios son continuos, malos para muchos y buenos para pocos. La desesperanza de un pueblo es el principal enemigo para un gobierno que se supone tiene que velar por los intereses de sus gobernados. Gobernar no es fácil, lo sé, pero hay cuestiones que claman al cielo.

¿Tan difícil es ponerse a nivel de la calle y conocer de primera mano los muchos problemas que nos angustian?. Parece ser que sí lo es. El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, en su reciente visita a nuestro país, nos ha dado una lección de cómo aproximarse al pueblo y preguntarle cuáles son sus problemas y, junto con sus ministros, buscar la mejor forma de solucionarlos. Portugal revive, ya no es el país vecino al cual España ha dado mucho tiempo la espalda. Seamos humildes y aprendamos de su buen hacer.

*Secretaría área de Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón