Cada vez son menos los supervivientes de Auschwitz. Por ello, el 70º aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi por las tropas rusas reviste un carácter especial. Hay todavía memoria viva de lo ocurrido en aquel lager de muerte, pero pronto será ya memoria histórica. Desaparecerán los testigos directos, pero lo que no debe desaparecer es el recuerdo de la mayor atrocidad cometida en Europa en el siglo XX. Allí llegaron 1,3 millones de deportados, de los que solo 200.000 sobrevivieron. Y Auschwitz no fue el único campo de exterminio. El Holocausto ocurrió porque había unas mentes criminales que lo idearon y lo ejecutaron, pero fue posible porque antes había habido un estado de opinión que menospreciaba a determinados colectivos, la población judía en particular. Los pogromos de finales del XIX y principios del XX ocurridos en Rusia o Europa central y oriental ya fueron un anticipo de lo que el nazismo convertiría en una política de exterminio a escala industrial. Por eso hay que estar vigilantes, porque la semilla del odio al otro, al que es diferente, sigue anidando en la sociedad. Hoy el otro puede ser judío o musulmán. Tenemos el deber de memoria. Lo decía Primo Levi, uno de los pocos que sobrevivieron a aquella aberración.