La coincidencia con la celebración de los carnavales parece un momento oportuno para poner el acento en la cantidad de máscaras que hemos visto caer de los rostros de multutud de políticos que se autoproclamaban al estilo mesiánico, los auténticos salvadores de todo. La izquierda, anunciando a bombo y platillo nuevas formas de hacer política, demonizando a trabajadores eventuales, renegando de todo lo anterior; ha conseguido llegar al poder en numerosas instituciones donde hoy no solo no han cumplido apenas nada de lo que prometieron; no solo no han sido capaces de crear equipos de gobierno solventes y confiables; sino que además han ahondado en actitudes que antes criticaban.

Hemos visto cómo los recortes en sanidad han sido salvajes en esta legislatura, los problemas en el Hospital Provincial o las carencias en el Hospital de Vinaròs no han parado de crecer. Hemos comprobado cómo el Molt honorable, que renegaba de asesores, tiene más altos cargos y asesores en su gobierno que su antecesor popular. Hemos asistido al giro del señor Ribó, alcalde de València, que criticaba la seguridad que requería su cargo y destina hoy él más dinero a su escolta personal que quien le precedió. Y si nos fijamos en Barcelona, su alcaldesa Colau, no solo no ha eliminado a los enchufados sino que parece haber conseguido que familiares de quienes forman su equipo de gobierno sean quienes más méritos tienen para formar los gabinetes y equipos de trabajo del Ayuntamiento de la capital catalana. Y así, suma y sigue.

¿De verdad se creen que nadie se da cuenta? El baile de máscaras es ya tan bochornoso que me pregunto si sentirán algún rubor tras el despojo de aquello que les hacía parecer lo que no eran. Venían a la política para salvar a la ciudadanía y dotar de decencia a las instituciones y lo único que hemos podido constatar que han estado haciendo con claridad es salvarse ellos.

*Alcalde de Peñíscola