Era tanto el pesimismo que había reinado esta semana sobre las negociaciones del brexit, que con el acuerdo alcanzado ayer a altas horas de la madrugada (algo, por otra parte, bastante habitual en las grandes decisiones europeas) parece que estemos al final del camino. Es verdad que haber desbloqueado las conversaciones es muy importante y permite mirar hacia adelante, hacia la nueva fase, pero lo que viene ahora tampoco será fácil, y hasta llegar al 29 de marzo del 2019, día en que debe estar completamente cerrado y aprobado el acuerdo para que el Reino Unido abandone la Unión Europea, puede haber más de un accidente.

La debilidad política de Theresa May, cuya mayoría depende del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, la había puesto contra las cuerdas en esta fase de la negociación. El futuro de la frontera entre el Ulster y la República de Irlanda había sido durante toda la semana el obstáculo para el acuerdo. Los unionistas intentaron imponerse. Al final se ha logrado un pacto que necesitará todavía mucha interpretación semántica y mucha voluntad, porque si bien es verdad que contempla una frontera blanda, desde Belfast esto ha sido bien recibido pero con un veremos. Y en Escocia se va a mirar con lupa este punto, porque puede ser objeto de agravio comparativo. En realidad, esta espinosa cuestión reaparecerá sobre la mesa de negociación en el futuro.

El acuerdo de última hora contempla también la cuestión de los residentes europeos en el Reino Unido y viceversa. Y -tema fundamental- la factura que deberá pagar Londres por irse de la UE, que ha sido fijada en 45.000 millones de euros. Ahora se podrá empezar la segunda fase, que contempla el periodo transitorio y las cuestiones comerciales, que es lo que de verdad interesa al Reino Unido. Pero junto a la buena noticia del acuerdo alcanzado, ayer hubo otra buena para Europa (y que lo es menos para el Reino Unido): la UE ha firmado un importante acuerdo comercial con Japón, del que, naturalmente, quedará excluido Londres. La UE ha demostrado su ya tradicional habilidad para negociar temas espinosos sin cerrarlos completamente, y May ha logrado llevarse algo a casa, aunque sea a costa de disfrazar las líneas rojas que se había impuesto. En realidad ha ganado tiempo, pero es un tiempo que parece ya de descuento.