Como cada 31 de agosto, el viernes repicaron en Peñíscola las campanas del ermitorio de la Virgen de Ermitana. Al comenzar septiembre no puedo más que emocionarme, pues las sensaciones me invaden al pensar en lo que eso significa.

Año tras año, intento plasmar y transmitir lo que significan para mí las fiestas patronales; no obstante, no se pueden describir con palabras los sentimientos que brotan dentro de cada uno de nosotros, vecinos y vecinas de la Ciudad en el Mar.

El viernes que viene arrancarán diez días en los que Peñíscola se viste de gala y muestra sus tradiciones más populares y multitudinarias. Con las fiestas llegan la tradición y la devoción. Devoción por nuestra patrona, devoción por nuestra historia y nuestros antepasados, por lo que fuimos, por lo que somos.

NO ES NOVEDAD que, con el paso del tiempo, los festejos en nuestro pueblo me parezcan cada vez más emotivos. Y todo ello es también fruto del esfuerzo constante de las entidades locales, que se vuelcan con los preparativos para que todo esté en perfecto estado, y cómo no, de la incansable y perfeccionista concejala del área, Raquel París.

Su tesón y su empeño hacen que la coordinación, la organización y el trabajo en equipo resulten tarea fácil para quienes la rodean.

Este año, además, debo subrayar una importante novedad, y no es otra que la pulsera Peñíscola solidaria, una iniciativa con la que la ciudadanía podrá ayudar directamente a la labor social que realizan agrupaciones locales como Cruz Roja y la Asociación Española Contra el Cáncer.

Con toda la ilusión y emoción, os invito a todos y a todas a participar de las costumbres peñiscolanas, de los más de 120 actos programados con cariño y esmero por parte de tantos y a convivir en armonía el respeto con la tradición.

Bones festes a tots i totes. Visca la Mare de Déu de l’Ermitana!

*Alcalde de Peñíscola