La pasada semana asistimos a una nueva edición del debate del estado de la nación. En medio de la enésima edición del paripé “y tú más” entre PP y PSOE, dos elementos a destacar: el rutilante estreno de Alberto Garzón como portavoz del grupo de Izquierda Plural, la intervención mejor valorada por el propio CIS, y la penosa imagen de la vicepresidenta del Parlamento aprovechando el tedioso e irreal discurso del presidente de Gobierno para jugar con la tablet. Podemos estar de acuerdo en que el discurso de Rajoy resulta manido y alejado de la realidad social, pero la imagen de la señora Villalobos, que ha dado la vuelta al mundo, resulta especialmente hiriente sobre todo en una mujer que realizó importantes aportaciones políticas en el inicio de su carrera.

La incorporación de la mujer en los diferentes ámbitos sociales ha sido imparable y necesaria en las últimas décadas. En el campo político la derecha, salvo excepciones, ha utilizado este proceso de incorporación como un elemento cosmético de modernidad calculada frente al electorado, cultivando un perfil populista, soez y prepotente. Castedo, Cospedal, Fabra, Aguirre o Barberá, representan un ejemplo en las antípodas de aquellas mujeres que en la segunda república y desde diferentes sensibilidades políticas fueron vanguardia del cambio social ultrajado por el franquismo, mujeres como Victoria Kent, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri o Federica Montseny. H

*Candidato de EUPV Castellón