Las fiestas de Magdalena han dejado un buen balance. Días de masiva participación, record de visitantes así como de actos e implicación de los colectivos festeros y culturales. Han sido excepcionales, como bien ha definido la alcaldesa Amparo Marco. Los días de fiestas muestran la fuerza que crece cuando se adquieren compromisos ciudadanos, cuando confluyen el trabajo, la ilusión y las ganas de convivir. Hoy, el día después, la ciudad ya está instalada en la primavera, con esos únicos sentidos de esta tierra mediterránea que une a la perfección el mar y la montaña.

Subes a la montaña y la ruta se llena de ese estallido que atrapa con la floración de los almendros. Sigues subiendo y te impregnas de las primeras plantas que riegan de colores el paisaje. Y llegas a Morella, Els Ports, y te recibe siempre como ciudad abierta. Una explosión vital y cíclica que nos recuerda la importancia de tocar tierra y tocar el cielo al mismo tiempo.

En las montañas no hay filtros ni el ruido que se produce cuando suceden cosas en la costa. Pero se viven con una intensidad y autenticidad necesarias. Hace unos días, un grupo de vecinas y vecinos morellanos viajaron a Valencia, junto a su alcalde, al barrio de El Carmen, para visitar edificios tan bellos como el Palau de la Generalitat y la Iglesia de Sant Nicolau. Y fueron a ver a un vecino que fue alcalde y ahora es President de la Generalitat. Un vecino al que quieren y no necesitan exaltar ni elevar a ningún altar. En el grupo de vecinos había una mujer, Elodia, que es vecina y, además, es la madre del que hoy gestiona, junto con otras estupendas personas, este pequeño gran país mediterráneo. Con sus pequeños pero firmes pasos Elodia recorrió el Palau, que no conocía, sin acabar de entender el alcance de las piedras históricas que lo habitan. Se perdió por las laberínticas calles del viejo barrio. Comió paella, conoció al nieto de Vicent Andrés Estellés, guía de Sant Nicolau, y regresó a la montaña. Yo subí el viernes a este lugar mágico donde las miradas son sinceras. Hay otros muchos lugares donde también te abrazan. Arriba y abajo. Donde no se mercadea con las personas. Donde los corazones tienen un único y plural latido. Me quedo con estas miradas de mujeres y hombres comprometidos con la realidad y no con las fantasías. Acabo este artículo y comienza una rezagada mascletà en Valencia. Pura belleza. Arriba y abajo.

Periodista*