Enarbolar la bandera albinegra, cumplir con la Romería a la Magdalena cada tercer domingo de Cuaresma o saber diferenciar un carajillo auténtico del que dice serlo pero ni lo parece, son algunos de los símbolos de lo que conocemos por castellonerismo. Ese sentimiento de arraigo y pertenencia a Castellón que tenemos quienes nacimos, crecimos y/o vivimos en la ciudad del verde por bandera. Un orgullo de ser de soca que nos viene de serie y que manifestamos cuando se tercia frente a valencianistas, catalanistas, madridistas… o cualquier otro gentilicio distinto al nuestro. Con la cabeza bien alta y sin complejos. Con humildad pero también ambición. Con respeto hacia el resto pero reivindicando lo nuestro. Esa es la actitud que define el castellonerismo en política. Y ese es el talante del que adolece la actual alcaldesa socialista.

Los Presupuestos Municipales que aprobará el bipartito el próximo martes en el pleno del Ayuntamiento son un ejemplo de la pérdida de liderazgo y la nula capacidad reivindicativa del actual gobierno municipal. Y es que la Generalitat ha reducido hasta en un 72% la cantidad que invierten en nuestra ciudad si lo comparamos con el último gobierno autonómico del popular Alberto Fabra. Aquel año, el 2015, el Consell nos transfirió 5,4 millones de euros para inversiones mientras en los Presupuestos de 2018 esta cifra queda reducida a 1,5 millones de euros… Pero es que además, el bipartito ha presupuestado ya la inversión para acometer las obras del edificio de Borrull que nos acabarán costando a los castellonenses un total de 12 millones de euros. Dinero que debería salir del bolsillo de todos los valencianos y no solo del nuestro pues el edificio es propiedad del Consell. Estos son solo dos ejemplos del rincón al que nos ha relegado la izquierda para quienes poco importa un sentimiento, el castellonerismo, que urge recuperar.

*Portavoz del Grupo Municipal Popular en Castellón