Dos personajes tan alejados entre sí como el gran físico recientemente fallecido Stephen Hawking y el empresario Elon Musk (creador de los coches eléctricos Tesla y de los cohetes Space X) coincidían en que la humanidad debe organizarse para proceder a instalarse en algún lugar del Universo para huir así de los efectos del cambio climático y, en general, del deterioro del planeta a causa de la suicida forma de desarrollo que los seres humanos seguimos practicando. Dejando al margen que ahora mismo la idea es más un ejercicio de ciencia ficción que real (solo desde una óptica económica, sale mucho más barato plantearse cambiar las formas de energía que salir hacia el espacio con la idea de instalarse), sí es cierto que desde ámbitos privados y públicos de otros países el dominio de la exploración espacial que tenía la NASA en los últimos años está siendo contestado.

El modelo de negocio más claro en estos momentos es el del turismo. Ya se comercializan vuelos suborbitales y la posibilidad de que en el futuro se puedan vender paquetes turísticos que incluyan un alunizaje no es ni mucho menos descabellada. Planteado así, la construcción de colonias permanentes en la Luna primero y después en Marte es un tema recurrente de debate en foros científicos. Soñar está bien, pero dados los enormes retos científicos y económicos que una empresa así requeriría, convendría dedicar también esfuerzos a impedir que la humanidad haga de la Tierra un planeta inhabitable.