Querido lector:

Las negociaciones de los convenios del azulejo entre la patronal Ascer y las centrales sindicales, salvo en algunos momentos complejos, siempre han acabado llegando a buen puerto con la ratificación de los acuerdos por ambas partes. Ha habido épocas con situaciones de tensión y otras más relajadas, pero en general podríamos hablar de un sector que ha sabido establecer históricamente la convivencia necesaria para el normal desarrollo de las relaciones laborales entre empresarios y trabajadores.

Ayer, con la primera reunión, se inició el periodo de negociación para las condiciones del nuevo convenio. Y como ha ocurrido en otras ocasiones, las propuestas serán muy dispares. Los empresarios han planteado lo que podríamos denominar un convenio de crisis, con propuestas de aumento de jornada, de flexibilidad horaria en función de la producción, de congelación salarial o de supresión de la antigüedad, entre otros, lo que ha soliviantado a los representantes de los trabajadores que ya han advertido de que en la siguiente reunión donde plantearán las suyas, tras analizar y dar a conocer la oferta patronal, estas serán también de máximos.

Y como siempre ha pasado, las posturas parecerán tan dispares que dará la sensación de que serán irreconciliables y que terminarán en conflictividad laboral.

Para el sector, castigado por la crisis con cierres de empresas y pérdida de miles de puestos de trabajo sobre todo entre 2008 y 2010, pero que en los últimos años ha sabido sobreponerse, parar la sangría y volver a índices de crecimiento leves pero sostenidos gracias a su tradición y apuesta por los mercados exteriores que suponen el 90% de la facturación actual, una conflictividad laboral aguda sería la peor de las noticias. Más cuando se avecinan, cuando menos, unos meses complicados por la nueva ralentización de la economía europea y el menor crecimiento de la mundial.

De ahí que deberemos confiar en que la tradición negociadora de la que hablaba sea posible. La economía de Castellón la necesita.