Querido/a lector/a, por desgracia, uno tiene la impresión de que en la Comunitat Valenciana la expresión corrupción política y lo que significa, a los ojos de los ciudadanos, se mantiene como noticia que no desaparece. Aunque, eso sí, quiero dejar claro que con esta apreciación no digo que siga la corrupción política. Ni mucho menos. En estos últimos tiempos existe sobrada evidencia de que con Ximo Puig en la Generalitat no se ha vuelto a acusar de corrupción a ningún president del Consell, ni conseller, ni diputado de los que siendo del PSPV-PSOE o de Compromís respaldan la acción del Consell. Algo que debería mantenerse eternamente pero, de momento, dignifica a Ximo Puig, a la política partidista en el marco democrático y a la autonomía valenciana. Devuelve, por así decirlo, el buen nombre a estas tierras y a sus gentes.

Pero dicho eso, he de reconocer que la expresión corrupción política y el mal olor que desprende pasea de nuevo por la Comunitat. Y es que, esta semana ha comenzado el juicio de la trama Gürtel por la financiación ilegal del PP en la Comunitat. Así es que, durante unos meses, vamos a ver, oír y leer comentarios sobre las actividades de ciertos hombres y nombres que como Ricardo Costa, Vicente Rambla, David Serra, Cristina Ibáñez… etc. (todos ellos cargos del PP) o, como el Bigotes o Correa (empresarios) han colaborado, presuntamente, a desacreditar la credibilidad de la política. Es decir, a debilitar una herramienta necesaria que debiendo servir para defender la convivencia y el bien común, en sus manos y por sus comportamientos, repito, siempre presuntamente, se ha transformado como algo vergonzoso. Juicio que en última instancia puede seguir demostrando que el PP incumple tres de sus funciones esenciales: la de la representación, la de seleccionar los cuadros competentes para gobernar y la de reconocer a los ciudadanos como sujetos políticos.

*Analista político