Querido/a lector/a, la semana pasada me conecte por internet al pleno del Ayuntamiento de la Vall d’Uixó para seguir el debate sobre la cruz de los caídos. Y es que, el tema me interesa. Aunque, reconozco que por ser asunto que formaba parte de mi pasado, ya no estaba presente entre las prioridades esenciales que ahora marcan mi futuro. Por eso, posiblemente, y porque la realidad presente es bastante dura, confieso con sinceridad que aunque me considero una persona de izquierdas y comprometida, me había olvidado de la Cruz de los Caídos.

Por cierto, como imagino que la cruz ocupara este rincón alguna vez más, en esta ocasión solo quiero señalar que me llamo la atención escuchar un portavoz del PP local (el nombre es lo de menos) echar en cara a la izquierda de ahora (IU, Compromís, Podemos y PSOE) que mientras todas hablan de quitar la cruz (más o menos pronto), la izquierda de antes (PC y PSOE), la de la Transición, no solo no la quitó sino que al suprimir los símbolos falangistas y colocarle un rótulo por la paz, la transformó en una especie de lugar de reconciliación.

La verdad es que esa apreciación no es exacta. Por una parte las cosas han cambiado: ahora hay una ley, la de la memoria histórica, que obliga a quitarla. Por otra parte es justo aclarar que toda aquella izquierda con todos aquellos concejales que la componían, querían quitar el monumento de los caídos porque sabían que era un símbolo fascista, de opresión, de división, golpista, dedicado a los «españoles buenos» y a los «mártires», pero era la Transición, la primera alcaldía y ayuntamiento de izquierdas desde la República y no quisieron que esa justa decisión de quitar el monumento se manipulara y se presentara como una venganza. Por eso, se optó por cambiar el sentido en la espera que las nuevas generaciones lo suprimieran cuando se viera como un acto de normalidad democrática que es lo que es.

*Analista político