La vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, y otros parlamentarios de su partido en Les Corts -aunque el error no solo es propio de esta formación política- parecen vivir muchas veces de espaldas a la realidad. Quizás porque no han pasado por esa escuela de la política que es empezar desde cero, es decir, con el cargo de concejal en alguno de los pueblos, lo que significa estar en contacto directo con los vecinos.

Cuando hay tantos problemas serios por resolver, máxime en estos años a remolque de un crisis casi sin precedentes que ha afectado de lleno a muchas familias, no resulta muy edificante que la clase política se enfrasque en asuntos que deberían estar totalmente superados porque no se puede navegar contracorriente. Así es como indigna el falso debate que se pretende crear con los aficionados al bou al carrer en la Comunitat.

El bou forma parte de las señas de identidad de los valencianos y aún más de los castellonenses en particular. El bou es cultura y tradición, eje fundamental de nuestros pueblos, elemento indiscutible en las fiestas de cada municipio. Tradición que nos une a lo largo de los años.

El bou hay que protegerlo. Mimar la tradición. Mejorar las circunstancias que rodean sus exhibición en las calles de los pueblos, como está realizando en silencio y con bastante acierto la comisión que encabeza José María Ángel, director general de Emergencias, siempre con consenso y dejando aparcadas las siglas políticas. Porque el bou no es de derechas ni izquierdas, es del pueblo.

Y Mónica Oltra solo con que se tomara un café con Alfred Remolar (Betxí), Susana Nicolau (Almassora), Xavi Ochado (Vila-real), Víctor Garcia (l’Alcora), Lluis Pastor (Onda) o Higi Daniel (la Vall), todos de su partido, entendería que Compromís también respeta las tradiciones.