El domingo vivimos un día triste para el deporte. El Club Deportivo Castellón no saltó al campo del Castalia para jugar con el CD Llosa. Los jugadores ejercieron su derecho a la huelga en señal de protesta por los retrasos en el pago de las nóminas. Algunos jugadores llevan un año sin cobrar. Es una muestra más de la gestión caótica del club, que está atravesando el peor momento de su historia. Castellón no se merece lo que le está pasando al Castellón. La afición está sufriendo por culpa de los dueños del club, que están especulando con un símbolo de la capital. Es natural que nos sintamos indignados por la actuación de los propietarios del Castellón, porque nos han engañado. Han jugado con nuestros sentimientos deportivos. Y las instituciones tampoco están haciendo nada para evitar el desastre. El Ayuntamiento ha pasado de puntillas sobre el problema. Ni Alberto Fabra ni Alfonso Bataller, antes y ahora, han estado a la altura de las circunstancias.

Uno y otro han consentido que Castellnou haya llevado al club a la situación en la que ahora está. Con el dinero de nuestros impuestos se ha estado financiando a unas personas que no eran dignas de representar los colores de toda una ciudad. Cada día nos encontramos con una versión diferente sobre la actitud y el comportamiento municipal en este embrollo. Aquí no hay quien se aclare. Esperemos que la cosa se normalice. Las noticias apuntan a que se puede producir un cambio en la dirección del club que nos haga recuperar la esperanza. Lo que queremos los aficionados es que cuando se hable del Castellón se hable de fútbol, de deporte, y no de chanchullos, y tejemanejes entre especuladores. Hace falta estabilidad para impulsar un proyecto social y deportivo.

El Castellón es más que un club. Es el símbolo de la ciudad, un embajador de la capital de la Plana por toda España. Tenemos que esforzarnos, todos, en devolver la dignidad al Castellón. Queremos recuperar su historia y la gloria de aquellas tardes asombrosas en Primera que tanto nos hicieron disfrutar y de las que aún nos sentimos orgullosos. Nos lo merecemos. H