Pepe recorre cabizbajo el camino de tierra que sube desde Pobra do Brollón a Castroncelos (Lugo). Lleva una cámara colgada sobre el pecho y una inmensa tristeza en la mirada. Lo ha intentado ya en otras dos ocasiones, pero esta es su última oportunidad. Su abuelo y su tío abuelo fueron fusilados y arrojados a una zanja en 1936. Desde entonces, su familia ha intentado encontrarles y darles sepultura. Una única obsesión: despedirse de ellos como seres humanos. Reabrir heridas, dirían algunos.

Ese camino de tierra es su última baza. Al final hay una pequeña iglesia de piedra junto a la cual, según varios testimonios y documentos, fueron abandonados los cuerpos de Ricardo y Jose. Pepe pidió la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Cuenta con un grupo de expertos arqueólogos de primer nivel que ha conseguido abrir más de 300 fosas de las 2.000 que se calcula hay aún en nuestro país. Todo con dinero privado.

Pepe y el responsable del equipo, Xurxo, se saludan al llegar y se retiran a una esquina para dejar pasar la excavadora que tiene que empezar a levantar la tierra con contundencia. Han marcado varios puntos para hacerlo con la máxima precisión. La pala hinca sus dientes en la primera embestida. El operario repite la maniobra una y otra vez hasta que recibe el alto. Los arqueólogos entran en el agujero hecho y comienzan a identificar lo que van encontrando. Limpian minuciosamente con pequeños pinceles cada pieza y comentan entre ellos. Falsa alarma. Los huesos no son restos humanos y los que aparecen corresponden al osario del cementerio contiguo. La excavadora vuelve a entrar en acción. Mismo ritual. Pasan varias horas. Todo el jardín alrededor de la Iglesia está ya removido. Y los restos de Ricardo y Jose no aparecen.

Los expertos llegan a una dolorosa conclusión. De estar, reposan bajo la planta de la iglesia que fue modificada y reconstruida seguramente sobre la fosa. Demasiado tarde para la familia. Demasiado para la memoria. No habrá más oportunidades. Pepe nos cuenta que se embarcó en este duro viaje emocional por su abuela, que murió sin poder enterrar a su marido. Hoy me he acordado de él. Paradojas de la vida, esta semana se ha validado en el Congreso la exhumación de Francisco Franco de la Basílica de El Valle de los Caídos, mientras Ricardo y Jose yacerán de por vida bajo una iglesia.

Su familia no podrá «dignificar su recuerdo», como apunta Pepe. Hoy también me he acordado de aquellos que aseguran que no es urgente. Y de cómo a veces olvidan que la herida va a seguir sangrando para muchas familias si no permitimos que dignifiquen su memoria. Cuarenta años después, va siendo hora de abordar el tema.

*Periodista