Ya antes de su elección como presidente de EEUU había dudas sobre la salud mental de Donald Trump. En este primer año desde su llegada a la Casa Blanca dichas dudas han aumentado. Difícilmente un político en su sano juicio escribiría muchos de los tuits presidenciales. Y luego el perfil que emerge del demoledor libro Fuego y furia contribuye a aumentar la preocupación por el estado mental del presidente y, con ello, el debate sobre su capacidad para dirigir EEUU. Sin embargo, para analizar este primer año de presidencia Trump hay que mirar más allá de su estado mental. Con su actitud escasamente ética y poco digna ha rebajado a la institución presidencial convirtiendo la Casa Blanca en lo más parecido a un show de televisión de pésimo gusto. La diferencia con otros presidentes inadecuados para el cargo, como Richard Nixon, radica en que vivimos en una sociedad mucho más abierta. Si antes era mucho más fácil ocultar los desmanes presidenciales, ahora todo está a la vista y su difusión es instantánea. Y Trump sabe utilizarlo en beneficio propio.

Transcurrido un año, ahora se puede ver que todo el frenesí ejecutivo demostrado en las primeras semanas firmando órdenes una tras otra en la sala Oval, era eso, frenesí publicitario con escaso recorrido real. La justicia frenó algunas, otras no lograron el aval necesario. Muchas de las rimbombantes promesas electorales han quedado también en eso, en promesas, como el muro entre con México o la liquidación del Tratado de Libre Comercio o unos elevados aranceles a las importaciones chinas o el desmantelamiento total del plan sanitario Obamacare.

En este primer año Trump está dando satisfacción a sus votantes, ya sea la clase trabajadora blanca o las grandes fortunas. La economía global vive un momento de mejora y en Estados Unidos persiste la tendencia iniciada al final de la etapa Obama. El crecimiento no para y el empleo sigue aumentando mientras se pone en marcha la reforma fiscal.

Espacio y tiempo para los estropicios lo sigue habiendo, por ejemplo, con la serie de medidas de Trump para dar satisfacción a diversas petroleras y gasistas. Acabado este primer año relativamente tranquilo pese al mucho ruido ocasionado, habrá que ver por dónde va Trump a partir de ahora. Mientras, la maquinaria del fiscal especial Robert Mueller que investiga la llamada trama rusa ahora su curso.