En la Magdalena de hace dos años, aquel presidente llamado Camps nos dijo que íbamos a comenzar un tiempo de “abundancia”. Sí, escogió la palabra abundancia. Aquel día esbozó un tono bíblico para continuar alimentando un relato tan mítico como falaz. El relato de un Gobierno cuya gestión nos encaminaba hacia el abismo. Hoy estamos intervenidos. ¿Cuántas veces hemos escuchado en la televisión pública valenciana que seremos los primeros en salir de la crisis? ¿Cuántas veces nos han dicho que eran los mejores del orbe conocido?

Nuestra Comunidad agoniza. Por deméritos propios. No los de la gente. No es la sociedad, ni los trabajadores, ni los emprendedores, ni los autónomos, ni los pensionistas, ni los dependientes, ni los parados, ni los profesores, ni todos aquellos que han sido estigmatizados por el PP como culpables de la crisis y, consiguientemente, paganos de la misma. Esta es la versión oficial del poder actual. Criminalizar al débil, al desposeído, al humilde.

Todas, absolutamente todas las medidas que adopta este Gobierno responden al mismo patrón de comportamiento. La misma pauta ideológica: Fuertes con los débiles y dóciles con los poderosos. Los recortes más rigurosos afectan a los sectores sociales que más necesitan el aliento del Estado. Recortar los subsidios a los que ya no tienen otra cosa no es combatir el parasitismo o el amago de fraude. Hacerlo mientras lanzan una amnistía fiscal a los grandes defraudadores es una infamia moral intolerable. Liquidar la ley de la dependencia y las posibilidades de generar empleo y dignidad para mucha gente es otra de las tropelías gubernamentales que, contra todo lo que ellos afirman, generará más desigualdad, sufrimiento y paro.

Hasta hace dos días los dirigentes de nuestro maltrecho e intervenido autogobierno valenciano seguían anunciando nuevos parques temáticos sobre Ferrari o lo que venga bien. Champán a gogó. Mientras, la lista de proveedores y el victimario de los colectivos sociales desatendidos y estafados iba creciendo exponencialmente. Allí estaban todos, abrazados a la farola de la penúltima fantasmada de Eurovegas haciéndonos ver que seguían cosechando éxitos. Mientras, se negaba el pan y la sal a los centros de investigación y los programas de innovación que pueden generar futuro y progreso real.

Ese es el drama. Han ido permutando un modelo basado en la industria, el esfuerzo, el conocimiento y la alta productividad por una economía de casino, despilfarro y corrupción. Ya somos los primeros de la clase. Sí. Siempre fuimos candidatos a ello. Lástima que esa clase no sea la de las comunidades serias y avanzadas. Sin duda recuperaremos el tren de la historia y nos aguarda un porvenir distinto. Esta tierra tiene demasiado potencial para rehacer la esperanza. Confiemos en la capacidad para extraer conclusiones. Que nunca más un presidente nos hable de abundancia en una tierra donde han muerto miles de dependientes con derechos reconocidos y sin percibir un céntimo. Que la satisfacción verdadera de estas cosas sencillas como los derechos básicos de los seres humanos, marquen la auténtica catadura de los gobiernos y no las falsas ensoñaciones que, por qué no decirlo, han seducido a demasiados votantes durante demasiados años. H