Querido lector:

La gestión de la endiablada herencia de Francisco Camps, en todos los asuntos públicos y políticos que uno quiera analizar (corrupción, déficit, sobreendeudamiento...) junto a la crisis y las medidas de ajustes y recortes que no consiguen equilibrar las cuentas de la Generalitat como denotan los continuos impagos o negociaciones in extremis de planes de pagos, amenazados además por un objetivo de déficit imposible para 2013 (amén de la evidente dependencia de los FLA para obtener liquidez) hacen imposible la acción política del Consell de Alberto Fabra. De ahí que la oposición, al primer minuto del retrasado nuevo curso parlamentario autonómico, se haya lanzado al cuello del Consell en estrategia muy similar a la del parlamento nacional.

No obstante, dentro de este contexto general de difícil acción de gobierno, aunque quizá por ello, hay particularidades que con un mínimo de reflexión para la adopción de decisiones coherentes y que en otras circunstancias serían menores aun errando, ahora soliviantan y mucho al ciudadano. Y además evidencian falta de capacidad.

En el caso de Castellón es evidente el malestar causado por la discriminación deportiva que supone el pago de los intereses del aval al Valencia CF. Independientemente de que la situación pueda ser esperpéntica con un gobierno propietario de un equipo de fútbol (con la guinda de un presidente declaradamente albinegro en la poltrona de Mestalla) y aún sabiendo que la operación no es suya sino una más de la herencia de Camps, no es de recibo, por ejemplo, que el mejor equipo de atletismo de España, el Playas de Castellón, esté pasándolas canutas por los impagos y por los recortes impuestos por ese mismo gobierno cuando con una migaja del aval se solucionaba el problema.

O que, fuera del deporte, ese aval suponga casi el doble del presupuesto de toda una universidad como la VIU, con sede en Castellón.

No hablo de grandísimos números ni de decisiones complicadas. Hablo de que carencia de gestión hasta con nimiedades.