Estamos a mediados de febrero y en este mes y medio del 2018 en Estados Unidos ya se han registrado hasta 18 tiroteos en distintos centros escolares. El último, en un colegio del área metropolitana de Miami, se ha saldado con 17 víctimas mortales. El problema de Estados Unidos con las matanzas multitudinarias a tiros alcanza ya un nivel epidémico, pero nadie con capacidad de hacerlo está dispuesto a afrontar el grave problema. Esta nueva masacre de poco servirá para plantear seriamente la cuestión del derecho a portar armas y la venta de las mismas.

En el pasado todo intento de fijar un control de las armas ha sido vano. Al igual que en las anteriores masacres asistimos a las lógicas declaraciones de dolor, pero también como en otras ocasiones el mensaje que viene desde la política es que no es el momento de plantear unas medidas de control a tal efecto.

Desgraciadamente, en Estados Unidos nunca lo es, y cuando se consigue presentar una medida legislativa acaba siendo derrotada. El presidente Barack Obama lloró ante una de estas masacres e intentó cambiar la ley, aunque no lo consiguió. El presidente actual, Donald Trump, ha liquidado el tema en tuiter centrando el ataque en la supuesta inestabilidad mental del presunto tirador y pidiendo a los ciudadanos que notifiquen a las autoridades conductas como las de Nikolas Cruz. No solo no habrá cambios para reducir las armas en circulación en EEUU, sino que los puede haber para aumentarlas. La poderosa Asociación Nacional del Rifle quiere que se arme a los profesores y el debate ya se ha abierto.