Querido lector:

Durante la jornada sobre el emprendimiento empresarial en Castellón que organizó este periódico junto al Banco Sabadell-CAM y que reunió a expertos y empresarios emprendedores para poner en común las principales claves de la iniciativa empresarial en nuestra provincia y de las que les dimos cuenta el pasado domingo, me llamó la atención una en particular. La que tiene que ver con la formación y con la imagen del emprendedor.

Por un lado, se puso de manifiesto que en el sistema educativo español no se educa para emprender. Ni siquiera de forma transversal y ni siquiera en el estadio más alto del recorrido educativo: la universidad.

Es decir, no se imparte ni un solo conocimiento práctico o teórico y mucho menos se motiva al estudiante para que una vez haya finalizado su formación, tenga iniciativa, asuma riesgos y decida ser empresario como una vía más de salida profesional, mayoritariamente dentro del entorno de sus estudios o de las titulaciones más transversales (Económicas, Derecho, etc.).

Nuestra sociedad, y también Castellón, fía toda iniciativa en este sentido al espíritu particular, carácter natural o iniciativa personal de cada uno. Sin ningún tipo de formación reglada y ni siquiera una mínima formación complementaria.

Si a esto le unimos que la mayoría de jóvenes se decanta por estudios humanísticos o de letras, que son verdaderos campos abonados al paro en el actual y futuro mercado laboral, profesional y empresarial, que demanda profesionales de estudios técnicos, científicos o económicos sea cual sea su grado, concluimos que la carencia de formación en emprendimiento, es un lastre gravísimo ahora sin solución.

Hay que tener en cuenta una cosa básica. Si no hay empresarios, no hay puestos de trabajo. Si no formamos en cultura empresarial difícilmente podremos construir una economía que pueda crear empresas que generen empleo. Y lo peor, si seguimos alimentando la imagen del empresario/amo/patrón nuestros jóvenes huirán de cualquier aspiración futura empresarial.