Quisimos cambiar el mundo y seguimos luchando por cambiarlo. Antes éramos las de siempre. Decenas, cien, mil, miles. El pasado 8-M fuimos centenares de miles y millones. Fue un día histórico, bello, impresionante y muy emocionante. Hemos entrado de lleno en la agenda pública y lo hemos hecho sin tutelas. Ciudades llenas de mujeres unidas para manifestar su cansancio y hartazgo de seguir discriminadas, ninguneadas, invisibles, maltratadas y asesinadas. Mujeres jóvenes, mayores, madres, hijas, hermanas, abuelas, nietas, trabajadoras, paradas, cuidadoras. Tomamos las calles de Castellón, Alicante, Valencia, y de muchos municipios grandes y pequeños. Sin precedentes. Situar el debate sobre la mesa pública y mediática ha sido un éxito que debemos proteger y seguir promoviendo. No podemos parar, y unidas somos fuertes. Porque muchas mujeres han perdido el miedo, porque la sociedad tiene que alcanzar la igualdad real, efectiva. Y también habrá que estar alertas, vigilando que los discursos políticos y mediáticos no sean una trampa para seguir usando a las mujeres.

Unos días antes, estas acciones eran infravaloradas y descalificadas. Fuimos marcadas como mujeres irreales, pijas profesionales, comunistas, insolidarias, feministas locas, insensatas. Pero, cuando el seguimiento de la huelga empezó a mostrar cifras imparables, los gestos de esas y esos representantes institucionales y políticos que negaron el 8-M fueron cambiando para no perder el paso y subirse al carro del oportunismo. Una hipocresía insostenible ante la realidad que les ha superado y les ha obligado a rectificar sus declaraciones. Hay que recordarles que el feminismo nos es una moda, etiqueta, tendencia o llevar un lazo morado en la solapa. El feminismo es una forma de sentir y ver la vida, es igualdad y dignidad. Así se le ha recordado a una ministra que rechazó «la etiqueta feminista» y a muchos hombres que se sienten amenazados pero olvidan que llevan siglos de protagonismo y privilegios. Las mujeres no nacimos ni crecimos de la costilla de nuestro padre o de nuestros compañeros y parejas.

HEMOS LIDERADO el discurso de la discriminación, brecha salarial, violencia de género, del machismo. Nos queda conquistar el poder, en los espacios institucionales, políticos, sociales y culturales. Ahora hay que exigir que el Gobierno dote de presupuesto el pacto nacional contra la violencia de género. Exigir que se cumplan y actualicen las leyes referentes, que la política y la vida tengan perspectiva de género. Porque sin las mujeres no hay futuro. El pasado 8-M fuimos millones, nos miramos y nos reconocimos todas. No estamos solas.

*Periodista