La proliferación de los mosquitos en la mayoría de nuestras comarcas se ha convertido durante los dos últimos años en una cuestión de máxima importancia para las administraciones, unas más que otras. Las quejas de los vecinos de poblaciones del litoral, y también algunas del interior, hicieron que los alcaldes se movilizaran, aunque tanto en el verano del 2015 como el pasado no con la diligencia más oportuna. O sea, fue más cosa de voluntad que acierto porque se llegó tarde, con las larvas en plena efervescencia.

Los recursos que ha dispuesto la Diputación ante la gravedad de un asunto que incluso llego a hacer mella en los turistas que eligen como destino Castellón, ha dado un giro en el sentido positivo a la problemática. Máxime después de firmar un convenido con la Universitat de València para disponer de una herramienta útil en la lucha contra estos insectos en distintos términos municipales. De esta forma, se pone a disposición de los ayuntamientos donde se detectan brotes de mosquitos un servicio de prevención e informes técnicos elaborados por el laboratorio de entomología y control de plagas de la universidad. Además se ha desarrollado un calendario de salidas en el que personal específico analiza los puntos de riesgo para descubrir si existían plagas en fase larvaria y, de este modo, poner establecer las acciones necesarias a fin de combatir los temidos mosquitos.

Después ya han actuado los consistorios, pero aún así el efecto no ha sido del todo satisfactorio. Por eso, como ayer sucedió en el Prat, el Consell no debe tener excusas cuando los vuelos contra la plaga sean imprescindibles.