El nuevo récord de asistentes al Mobile World Congress 2017 (108.000 personas durante esta semana) no es, con ser importante, el dato que permite confirmar la condición referencial de la feria barcelonesa. La importancia del MWC se mide, fundamentalmente, por su capacidad para trascender el ámbito estricto para el que fue concebido -la telefonía móvil- y abarcar un cada vez más amplio espectro de tecnologías. Y la edición que ayer se cerró ha ratificado, con creces, esta apuesta estratégica: si la sociedad es y será cada vez más digital, la telefonía móvil es una de sus muchas expresiones, pero no la única ni la principal. El MWC ya no es solo la feria de las operadoras del sector, sino de un amplísimo abanico de talento y emprendeduría que actúa como palanca de muchas otras actividades económicas.

Por eso y por el nivel de los numerosos conferenciantes que estos días han desfilado por Barcelona (y L’Hospitalet de Llobregat), se puede afirmar sin caer en el ombliguismo que el Mobile es ya la principal feria tecnológica del mundo, por delante de las prestigiosas CES de Las Vegas e IFA de Berlín. Por lo que respecta a la logística, este ha sido el primer año que los asistentes al MWC han podido comprobar las ventajas de la L-9 del metro, transporte fundamental para que la feria discurra con normalidad. Eso y la buena organización han contribuido a que, pese al récord de visitantes, el Mobile no haya supuesto ningún problema para la actividad ciudadana. Larga vida al Mobile. Por lo menos, hasta el próximo 2023.