Una vela encendida causó la muerte de la mujer de Reus que vivía sin electricidad. Más velas se prendieron contra la pobreza energética. Lazos negros en Palma por la mujer asesinada a golpes por su pareja. En la plaza de Sant Jaume de Barcelona, corazones de cartón en memoria de todas las personas sin hogar que este año han muerto en soledad.

En otoño, las horas de luz se acortan. A veces, la tierra se hiela y al árbol le cuesta nutrirse a través de sus raíces, tampoco puede fabricar suficiente clorofila. Solo le queda librarse del follaje para sobrevivir. Corta el suministro de savia, crea una película entre la base de la hoja y la rama para protegerse, y deja que el viento y la lluvia hagan su trabajo…

Las calles se nos están cubriendo de hojas secas. Hoja de otoño, de pigmentos perdidos, de noches largas. Pero, también, hojas de piel y de lágrimas. Hojas que hemos dejado caer. Porque eran pobres, porque estaban solas o, incluso, porque eran mujeres y no supimos protegerlas del odio. Quizá no nos importa que hayan caído, quizá ni siquiera nos hemos dado cuenta de que las hemos perdido o, peor aún, tal vez pensamos que nos sobraban. Creemos que podemos seguir adelante, que no importa ese crujido bajo nuestros pasos, que el tiempo ya las hará desaparecer. Y sí, es cierto, seguiremos viviendo sin ellas. Pero no hay película que nos proteja de su ausencia. El viento y la lluvia ya arrecian en el interior del árbol.

*Escritora