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El cambio de ciclo en la economía mundial, con los vaivenes de la bolsa en este primer trimestre del año y la consecuencia del temor a una recesión, hacen mella de manera inevitable en las entidades financieras. Al sector bancario español, lógicamente, le afecta de pleno esta coyuntura, y más cuando arrastra aún una pesada mochila por los excesos de la burbuja inmobiliaria. Los activos dudosos de los siete grandes bancos españoles siguen teniendo un volumen que afecta a su rentabilidad, con casi 100.000 millones a final del pasado año. A esta cifra hay que sumar los casi 70.000 millones en activos inmobiliarios adjudicados. Activos, en definitiva, que llegan por una hipoteca no satisfecha, viviendas por vender o el impago de una gran empresa. Esta situación, en un contexto de incertidumbre general, trae en consecuencia una pérdida de confianza de los inversores.

El panorama de inestabilidad obliga a una reordenación del negocio bancario, algo obligado además por tipos de interés hoy en negativo y la aún débil actividad económica. Todo ello refuerza la idea de que el 2016 puede ser el año de fusiones que culminen la reestructuración del sector de los últimos años. Y lo que tampoco se puede descartar son posibles cierres de oficinas y reducción de plantillas.