Con la finalización del mes de agosto, se inicia un nuevo curso no solo académico sino social, empresarial, etc., volviendo a las tareas habituales y al enfrentamiento diario a los problemas que, no por ser habituales, son más conocidos .

Las cosas no pintan claras pero no hay más remedio que aceptarlas como son y ser realistas. La situación de la sociedad española no ha cambiado mucho en los últimos meses y con la llegada del otoño, y a pesar de que los datos macroeconómicos hayan mejorado, a nivel de calle no se ha notado excesivamente. Los pequeños repuntes en los datos estadísticos no son suficiente base para afirmar que la crisis haya finalizado en España. Ni mucho menos. Hay cabos por atar y obstáculos que salvar para que se pueda afirmar que nuestro país está en una franca recuperación, lo cual no significa que podamos volver a la época de la bonanza pasada.

El estado de bienestar ha descendido, en los últimos años, a niveles inimaginables en comparación a la evolución experimentada en los últimos treinta años. Remontar la cuesta va a ser un camino duro.

No tengo motivos para ser optimista, especialmente cuando veo que, a pesar de la falsa euforia por una hipotética recuperación, no existe una verdadera creación de puestos de trabajo, lo cual da pie a una inestabilidad social y al consecuente desencanto de los trabajadores en potencia, especialmente los jóvenes españoles quienes se cuestionan cómo va a ser su vida. La incertidumbre es la peor de las angustias que agobian al ser humano.

El ritmo político se ve enturbiado por temas que afectan a diversos ministerios y que no dejan tregua para que los titulares de éstos y sus equipos se centren en temas que afectan directamente al pueblo español.

*Secretaria provincial de Derechos Civiles del PSPV-PSOE Castellón