Dice el periodista morellano José Martí Gómez, abriendo un debate radiofónico para analizar la corrupción, que si no recuperamos el sentido de la ética la sociedad está perdida. Además de recuperar la fe en la política. Ética, fe, decencia, honestidad. La corrupción que asfixia este país corrompe el lenguaje, la división de poderes y la confianza ciudadana en las instituciones, apunta Santiago Alba Rico en el mismo debate de A Vivir, en la Cadena Ser. Joan Romero destaca la incapacidad del arco parlamentario para desalojar del poder al PP y José María Mena remarca la indignante situación de que los corruptos sepan que cuando salgan de la cárcel su dinero les estará esperando. Y no solo les espera ese dinero sucio, también los sucios beneficios que ha ido produciendo mientras el delincuente está entre rejas.

En el marco repugnante de la corrupción se cruzan, además, las nuevas formas de comunicación, no de información, dedicadas a generar ruido, intoxicar, incitar, a montar espectáculos que tapan la realidad, y que se engullen sin criterio. Y todo vale en estos espacios para la perfidia que suman más desafección, más desconfianza hacia la política y hacia el sistema. Hay momentos en los que sobrecoge la sobredosis de exhibicionismos, egolatrías, el abuso de palabras envenenadas y encadenadas. Es desoladora la afición convulsiva por los mensajes políticos absurdos, por el insulto, por esas estrategias para la confrontación. Es delirante.

En un país maltratado por la corrupción, por esa mafia política que bien conocemos en esta tierra, no estamos para espectáculos, ni para la gresca de quienes han pactado en sus ayuntamientos con el PP y ahora se rasgan vestiduras desde un nacionalismo en aprietos, o de quienes también se las rasgan desde ese nuevo e inmaculado socialismo que depende de consignas virtuales, o de quienes se las rasgan sin ruta, sin contenido, quienes practican la irracionalidad del voto en blanco ante el fascismo francés o de alejar un futuro progresista para este país. Como ciudadana me duele y me indigna la fractura de toda la izquierda, la destrucción que crece y que ya parece ser la mejor estrategia en política que ha diseñado un partido, el PP, y un registrador de la propiedad, Rajoy. Dialoguen de una vez. Construyan puentes y déjense de afrentar, de rasgar las esperanzas ciudadanas.

*Periodista