El brexit encalla de nuevo. El borrador del tratado sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea presentado por el negociador comunitario ha recibido el absoluto rechazo de la primera ministra británica, Theresa May, pese a recoger las condiciones que fueron acordadas por ambas partes durante el mes diciembre pasado. El principal motivo de rechazo es la propuesta de que Irlanda del Norte quede dentro de la unión aduanera con lo que ello implica de respeto a la regulación comunitaria vigente.

Desde el primer momento de las negociaciones este ha sido un punto altamente conflictivo. Hay el temor de que el retorno a las barreras entre la República de Irlanda y el Ulster ponga en peligro el muy frágil proceso de paz norirlandés, y más cuando la mayoría en el norte y en el sur no quieren el retorno a una barrera.

La razón de la oposición frontal declarada por May está en que su gobierno se aguanta gracias a los diputados unionistas que quieren un brexit duro, pero éste no es el único problema. El fundamental es la ineptitud de los negociadores británicos que no son capaces de hacer propuestas claras. Hasta el líder laborista, Jeremy Corbyn, ha hecho gala de sensatez al manifestarse dispuesto a una unión aduanera, a un brexit suave. May tiene un serio problema con los suyos. Que el exprimer ministro conservador John Major no quiera comentar una idea peregrina del ministro de Exteriores, Boris Johnson, porque se considera un político serio, indica las cotas de insolvencia a las que ha llegado el gabinete de May.