Jacinto era un tipo normal hasta que un día descubrió twitter y el whatsapp. De pequeño, cuando marcaba un gol su equipo del alma, el Barça, de inmediato llamaba desde el teléfono fijo a Ulises, del Real Madrid, solo para fastidiarle. Entonces no existía el móvil ni las redes sociales. También pasaba al revés. Cuando marcaba Santillana, era Jacinto el que recibía la llamada de su amigo. Pese a aquella rivalidad deportiva traducida en ring rings que alertaban a la familia entera allá por las diez y media de la noche, Ulises y Jacinto deseaban escucharse porque sus voces eran la expresión de una amistad que al día siguiente emergía en el cole.

Jacinto y Ulises descubrieron twitter y el whatsapp. Jacinto se convirtió en @Jacinto y Ulises en @Ulises. Aquellos partidos, con ansias de llamar por teléfono, incluso, antes de lanzar el penalti de la victoria solo para oír la voz del amigo de la infancia, jamás se repitieron. @Jacinto se convirtió en un individuo, sin voz y sin alma, un “me gusta”, “una persona alcanzada”, pero que cuando llegó la hora de la verdad, en un momento importante de su vida, vio cómo @Ulises no respondió a su whatsapp. Estaba ausente en su gran cita. Y eso que era la final de la Champions y estaban en fondos distintos. Ya no te digo en la vida real. Era como si estuvieran a años luz. H

*Periodista