Mucha gente de nuestra capital se encuentra descontenta y desilusionada con sus nuevas viviendas, compradas con mucho esfuerzo e ilusión, al encontrarse con una desagradable sorpresa: el ruido. Zonas como Pau-Gumbau o Sensal, no sólo se han convertido en nuevas zonas de residencia y expansión de la ciudad, sino también en nuevas vías de comunicación. El tubo de escape de una moto, el claxon de un coche o el ruido de motor de cualquier vehículo, es toda una sinfonía de ruidos desagradables y audibles a cualquier hora del día o de la noche, convirtiéndose en uno de los mayores contaminantes del medio ambiente y presentando un problema de importancia para la salud del hombre.

Respecto a la contaminación acústica que producen los automóviles hay que constatar que el 80% del ruido que se produce obedece al tráfico rodado y que, en los últimos veinte años, en España, el parque automovilístico se ha multiplicado por tres. El ruido no es más que aquellos sonidos que nos desagradan. Dicen los especialistas que cualquier exposición a un sonido por encima de ochenta decibelios es peligrosa para el oído. Y no hace falta salir de copas o ir a un concierto para escuchar ese nivel de ruido. Una calle en obras o una vía con tráfico fuerte registran esa intensidad dañina. Muchas personas sufren pérdidas de audición progresivas causadas por exposiciones a sonidos demasiado altos. Pero no sólo el cuerpo se resiente. El ruido también afecta a la mente. Estrés, agresividad, ansiedad y conductas depresivas son sólo algunos de los males vinculados a este problema. Los efectos psicológicos que produce el ruido ocasionan en el hombre dolores de cabeza, dificultad para conciliar el sueño, así como insatisfacciones y molestias. En los trabajos en que los empleados están expuestos a un ruido intenso, esto les puede provocar un rendimiento más bajo de lo normal. Además, en diversos estudios se ha comprobado que el ruido estaba detrás de la mayoría de lo accidentes laborales. Los efectos fisiológicos y patológicos que causa el ruido son sorderas, fatiga auditiva y traumatismos acústicos.

La contaminación acústica es un problema cada vez más preocupante en muchas de nuestras ciudades. Aún cuando se reconoce que la vida en la ciudad es cada vez más ruidosa, parece que no se concede a este hecho la importancia que merece, y que tampoco se aportan los medios necesarios para erradicar el problema. Por que tenemos derecho a la tranquilidad y a la salud, es nuestro deber difundir una educación acústica ciudadana, evitando así sus repercusiones directas e indirectas sobre el hombre y el medio ambiente.