Querido lector:

En Castellón desde hace mucho tiempo no existe ningún conflicto con la lengua, con el valenciano. Todas las fuerzas políticas, incluido el PP, tienen como referencia Les Normes de Castelló del 32 para su uso, precisamente la base lingüística utilizada por la Acadèmia Valenciana de la Llengua desde su constitución.

Sin embargo, una vorágine de trifulcas puramente políticas y con escasa afectación a la ciudadanía, todo hay que decirlo, han tenido lugar a raíz de la propuesta del grupo parlamentario popular en Les Corts Valencianes para solicitar una actualización de la definición del valenciano que aparece en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, totalmente anacrónica como reconoce todo el mundo.

En principio, la propuesta no debería haber tenido mayor trascendencia. Con suspicacia, a lo sumo, la de su oportunidad. ¿Por qué ahora y no antes o después? Ahí muchos han querido ver una puesta en escena por parte del PP de un asunto ya zanjado, que en su día levantó grandes polémicas, para recuperar con visceralidad el debate de las señas de identidad que en su día supo rentabilizar adecuadamente. Y el sujeto inspirador de la idea, el conseller Serafín Castellano.

Este hecho no hubiera tenido mayor trascendencia política ni mucho menos lingüística, resueltas como están la definición, la terminología, la unidad, la oficialidad y el uso del valenciano en el Estatuto de Autonomía y la salvaguarda de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, a no ser por el argumentario empleado en la propuesta del PP, un argumentario que es el relato de una auténtica anacronía pseudohistórica y lingüística rescatado de la ultratumba del blaverismo más rancio. Un argumentario que eso sí, sobre todo en el Cap i Casal ha exaltado ánimos y ha provocado un efecto para el PP totalmente contrario al que supuestamente parecía pretender, el de resucitar el debate de la lengua de hace 30 años. La torpeza ha cargado de una munición supletoria a los partidos de la oposición al tiempo que ha demostrado que la ciudadanía ni se ha inmutado.