En boca de todos está el irritante resultado de la suave sentencia a la Manada por la violación grupal a una joven en San Fermín del 2016. Analizando los whatsapps y los ritos de estos asaltantes, se observa en ellos un perfil claro de psicópatas y depredadores. Cuatro de los cinco condenados han sido acusados también de haber abusado en Córdoba. Estos hechos salen a la luz gracias a que, no solo grababan en vídeo los ataques, sino que los comentaban y compartían con amigos. Los términos que empleaban en estas conversaciones desvelan que detrás de sus agresiones se esconde un comportamiento psicopático. Así, todo indica que los autores tienen una actitud primitiva y animal, obsesionados por pertenecer a un grupo violento que refuerce su identidad y para quien el sexo es un elemento con el que humillar a su víctima. Ya para empezar, poner el nombre de Manada en su foro muestra mucha simbología sobre lo que son: un grupo de animales que se cohesiona a través de actuaciones violentas y delictivas. No en vano, uno de los agresores tiene tatuada la frase: «El poder del lobo reside en la manada».

Eso les define como animales salvajes y sin escrúpulos que no dudan en utilizar burundanga (droga que anula la voluntad) para dominar mediante el engaño, como un depredador. Ante este panorama no es de extrañar la respuesta multitudinaria en forma de rechazo a la sentencia. Una violación no se puede medir en función del grado de violencia, sino en base al consentimiento. El bloqueo de la víctima ante una agresión de este calibre es la manera de reaccionar nuestro cuerpo para tratar de sobrevivir y minimizar el impacto del suceso amenazante. A este paso, se va a tener que enseñar un protocolo de la buena víctima en una violación.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)