Queridos diocesanos:

Ya en el ecuador del curso es bueno recordar que el Señor nos está llamando en este momento a ser una Iglesia en misión; y, en concreto, en este curso a trabajar para que nuestras parroquias sean verdaderas comunidades evangelizadas y misioneras hacia adentro y hacia afuera. El Papa Francisco nos ha pedido «que todas las comunidades procuren avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión». (EG 25). Tenemos que pasar de una cultura y pastoral del mantenimiento a una cultura y pastoral de la misión para que Jesucristo y su Evangelio lleguen a todos los ámbitos de la vida.

La conversión pastoral y misionera de nuestra Iglesia diocesana ha de superar inercias o tibiezas, anquilosamientos y desalientos. Presupone la conversión personal y la renovación espiritual de todos: pastores, catequistas, profesores de religión, padres y familias cristianas y fieles, en general. Su base es el encuentro personal y transformador con Jesucristo, que avive nuestra condición de discípulos misioneros suyos.

Ya san Juan Pablo II nos urgía a una nueva evangelización: nueva en su ardor, en su expresiones y en sus métodos. La novedad en su ardor se refiere al talante apostólico, al entusiasmo, alegría, vigor y convicción de los que anuncian el evangelio. En cuanto a la expresión, consiste en buscar el sentido profundo de los misterios de la fe, hacerla comprensible y experimentable al hombre de hoy. ¿Cómo entrar en diálogo con las nuevas generaciones? Por último, con la novedad en sus métodos se trata de una renovación pastoral, que deje atrás métodos ya caducos, pues no se puede ir a un mundo nuevo por caminos viejos.

*Obispo de Segorbe-Castellón