Querido lector:

El terrible incendio que asola la Serra d’Espadà, el pulmón verde junto al Desert, de los más de 400.000 castellonenses que habitamos en la Plana, está siendo extinguido por el aire. Con un despliegue de los aviones y helicópteros de la polémica concesionaria antincendios Avialsa y de efectivos aéreos de las comunidades limítrofes, que han sumado una treintena dada la magnitud del siniestro, se ha actuado intensamente desde el principio por dos razones. La primera, ante la urgencia de salvaguardar el altísimo valor ecológico de la zona. Y la segunda, porque por tierra era prácticamente imposible dado lo escarpado del terreno y porque no hay cortafuegos ni pistas forestales que permitan el acceso de vehículos terrestres con agua y material específico.

El clima de Castellón es el que es, mediterráneo y su sistema medioambiental también. Es decir, altas temperaturas en verano, con vientos de poniente y escaso régimen de lluvias, que provocan un altísimo riesgo de incendios y de propagación fácil de los existentes. Sin embargo, las políticas de conservación, protección y seguridad ambientales no las hemos confeccionado acorde a estos parámetros. Y eso que experiencias nefastas con el fuego hemos tenido cíclicamente en nuestro territorio hasta hartar.

¿Por qué no hay cortafuegos o pistas forestales, por ejemplo, que minimicen esos riesgos o permitan una lucha adecuada contra los siniestros? ¿Por criterios ecológicos inadecuados? ¿Por indecisión o miedo a las críticas? ¿Por falta de presupuesto? ¿Por la combinación de estos y otros factores?

El Consorcio Provincial de Bomberos, a cuyos efectivos hay que felicitar sin tapujos en la lucha contra este incendio (las imágenes que han transmitido son espeluznantes) por la dedicación, valentía y servicio prestado a la comunidad, demandan este aspecto continuamente. Y las imágenes lo corroboran.

Pero si hay que mejorar en esto, más hay que hacerlo en la concienciación social. La irresponsabilidad humana es la principal causa de los incendios. En este también.