Artur Mas se encuentra en el ojo del huracán después del testimonio de los saqueadores confesos del Palau de la Música de Barcelona, Fèlix Millet y Jordi Montull, en el que acusaron a la antigua CDC de financiación ilegal. En su declaración de ayer ante el juez, Montull implicó directamente en el pago de comisiones de Ferrovial al extesorero del partido, Daniel Osàcar, en la misma línea de lo que ya hizo antes Millet. A la espera de que hoy se explique con más detalle, Mas hizo ayer su primera referencia a las acusaciones para expresar su «plena, absoluta y total» confianza en Osàcar. Antes del apoyo público del antiguo líder de CDC y actual presidente del PDECat, Osàcar había negado ante el juez las acusaciones de los exrectores del Palau. Así, el extesorero de CDC y de la fundación Trias Fargas (vinculada a Convergència) negó el entramado de comisiones a cambio de concesiones de obra pública que describieron Millet y Montull y declaró que su relación con el Palau de la Música se limitaba a convenios de índole cultural.

La contundencia de Mas no diluye los negros nubarrones políticos que se ciernen sobre su figura. Las acusaciones de Millet y Montull, si bien es cierto que buscan mejorar su situación legal, exigen por parte de Mas (y del PDECat) un genuino ejercicio de transparencia, colaboración con la justicia y, si procede, asunción de responsabilidades. Plantear el tema como una cuestión de la palabra de Millet y Montull contra la de Osàcar (y Mas) ya no basta.