Con una ligereza impropia de la gravedad de los hechos, Jordi Montull había prometido «diversión» en el juicio por el saqueo del Palau de la Música, en referencia a su intención de desvelar la financiación ilegal de la antigua Convergència Democràtica de Catalunya (lo que se conoce como el sistema del 3%) a cambio de una rebaja de la pena de su hija, Gemma. Ayer, Fèlix Millet, el expresidente del Palau y saqueador confeso de la institución, se unió a su número dos y en un demoledor testimonio corroboró ante el juez lo que desde hace siete años varias investigaciones (entre ellas, periodísticas encabezadas por El Periódico de Catalunya) han ido desvelando: que CDC recibía dinero en concepto de comisión a cambio de la adjudicación de obra pública. Una frase del testimonio de Millet resume a la perfección lo que sucedió en la Ciutat de la Justícia: «Ferrovial hacía donaciones para que el dinero fuera a CDC a cambio de obra pública. No lo dije en mi confesión del 2009, pero es la verdad». Claro y contundente.

En términos legales, la confesión de Millet certifica su condición de saqueador confeso de la prestigiosa institución que presidía, un delito por el que debe responder ante la justicia. Pero en términos políticos lo sucedido en el Palau tiene unas connotaciones que no pueden ni deben soslayarse. Artur Mas queda obviamente muy tocado por la descripción de un sistema de financiación ilegal tan metódico como el descrito por Millet. El testimonio de Millet debe servir para dar carpetazo a esa forma patrimonial de entender la política y a quienes la instigaron o toleraron.