Querido/a lector/a, esta vez no tengo más remedio que hablar de lo que toca, de lo que marca la realidad social. Esa realidad que, guste o no, condiciona y en ocasiones como ésta se impone sin remedio. Por eso, esta vez, me toca hablar de la moción de censura que ha presentado Pedro Sánchez y el PSOE contra Mariano Rajoy y el Gobierno del PP.

¿Qué decir? Pues algo muy simple y claro, según mi criterio. Digo con ello, que es un quehacer que, aunque un tanto excepcional, al menos no cotidiano, es más que legal, constitucional. Es la cuarta que se presenta y, dicho sea de paso, las otras tres anteriores no consiguieron cambiar al presidente del gobierno. En este caso, la razones por las que se presenta tienen que ver con el hecho de que como Mariano Rajoy y el PP ni dimiten ni corrigen prácticas corruptas condenadas por la sociedad y los tribunales de justicia, la oposición, el PSOE, y por responsabilidad con la ciudadanía y las instituciones de la democracia, se ven en la obligación de dar ese paso. Una decisión, la del Pedro Sánchez y el PSOE, que imagino se da para ganar, cambiar el gobierno y, en consecuencia, atender algunas urgencias sociales, ayudar a regenerar la vida política y recuperar la normalidad democrática. De todas formas, y si pierde la moción, cabe destacar que no pasa nada ya que en la vida hay cosas más importantes que ganar o perder como, por ejemplo, dejar constancia pública de ser gentes honestas preocupadas por el bien común. En última instancia, y si se da la posibilidad de esa circunstancia, para mí negativa, no hace falta ser profeta ni vidente para saber que no será por las virtudes de Mariano Rajoy y el PP, sino por los intereses, egoísmos, desavenencias o miserias… llámalo como quieras, de los otros. En último caso está bien saber que en la democracia tiene una herramienta que, en última instancia, permite descabalgar a los impresentables. Que «haberlos, haylos».

*Analista político