Nuestra provincia ha sido utilizada como moneda de cambio de acuerdos entre los gobiernos autonómicos y nacionales de turno, siendo jamás una prioridad para ninguno.

El último ejemplo lo tenemos con las bonificaciones de la AP-7 que discriminan claramente a Castellón y que mucho me temo respondan a un peaje más que tiene que pagar Sánchez a los independentistas. Ni el señor Barrachina, como portavoz de Fomento, supo defender a sus vecinos ni tampoco ahora lo hace el señor Ábalos. Hasta ahora, la experiencia de tener un ministro valenciano está siendo mala o muy mala.

El pseudoAVE que inauguró Rajoy nos sigue complicando la vida. Cancelado en temporada alta, junto con algunos Euromed, ya no es solo una molestia para los usuarios de Cercanías, sino que ahora también lo ha sido para los turistas, que contaban con este transporte para llegar a la provincia, aunque fuera a paso de tortuga. Ábalos ni se ha enterado.

Tampoco de los Cercanías a Vinaroz, cuya llegada se celebraba ya por parte de los socialistas cuando de repente se ha retrasado hasta otoño, pero la culpa sigue siendo de la herencia recibida. De responsabilidad y autocrítica mejor ni hablamos. Como tampoco quieren oír hablar de las desaladoras, made by Cristina Narbona. Unos monumentos colosales del socialismo al despilfarro que podrían arruinar a Moncofa, Benicàssim, Xilxes, Cabanes y Orpesa.

Una N-340 con puntos negros por doquier y una N-232 incompleta que aísla más el aislamiento de una zona marcada por la despoblación. Y por supuesto, la regeneración del litoral y la culminación de los proyectos considerados como prioridad alta en la estrategia 2015.

En resumen, una lista de cuentas pendientes que PP y PSOE se han sorteado como monedas de cambio.

*Diputada de Ciudadanos en el Congreso por la provincia de Castellón