Querido lector/a, he leído en diferentes medios de comunicación que el paro en el País Valencià se ha reducido, respecto del mes de mayo del año pasado, en 4.608 personas. Incluso diré más, la expresión exacta decía: «Importante caída del paro registrado en el mes de mayo».

Dato, afirmación, que como pueden imaginar venía casi acompañada de tambores y clarines. La verdad es que no quiero quitar importancia a la noticia ni, tampoco, robarle un gramo de alegría a quién esté dentro de esas cifras y haya tenido la suerte de encontrar un puesto de trabajo. Así de claro y cierto lo digo. Pero no es menos verdad, al menos desde mi punto de vista y con ciertas gotas de ética, coherencia o lo que quieras, que si aspiramos a vivir con dignidad en un mundo de posibles, esos datos no se pueden celebrar.

¿Qué por qué lo digo? Porque detrás de esos números está lo de siempre: un paro que se mantiene y que destroza la vida de miles de personas, un mercado laboral efímero que en función del mes o la temporada mejora o no, una reducción que no siempre se debe al logro de un puesto de trabajo, una precariedad que aumenta con contrato temporal y a tiempo parcial mientras disminuye la tasa de cobertura que ya no llega a la mitad de la población parada, etc. O dicho de otra forma, la estacionalidad y la precariedad son los dos elementos claves en la reducción de este paro registrado.

O peor aún, porque esa desgraciada realidad denuncia que el tipo de empleo que se crea es de corta duración, sin calidad, parcial, nada que ver con el necesario y urgente cambio de modelo productivo… Además, no nos saca de la crisis sino que nos hunde más en la desigualdad y la pobreza. Así que, más vale que se reduzca a que se amplíe el paro, pero tengamos vergüenza y no lo celebremos. En cualquier caso, si hay que buscar música que no sea la de una fanfarria callejera sino la de un desgarrador y agridulce bolero.

*Experto en extranjería