Querido/a lector/a, reconozco que había perdido el hábito de escribir de inmigración. Desde que me jubile del Centro de Información de Trabajadores Inmigrantes (CITMI), casi no había opinado sobre lo que a veces llamamos el fenómeno social de la inmigración. Que está ahí desde las raíces de la humanidad.

Pero últimamente he traído varias veces el tema a este pequeño rincón. Posiblemente porque es el proceso social más importante de esta época. O también, porque es una realidad global que afecta a todo el mundo y a toda la sociedad. En última instancia porque es verano y con la buena mar, las pateras aparecen porque hay individuos que se atreven a morir por una vida digna. No obstante, también estoy convencido de que vuelvo con la cuestión de la inmigración porque veo como la derecha europea la utiliza para hacer de la política algo sin valores y menos humanitaria. Circunstancia de la que no está exenta nuestra derecha, el PP y Ciudadanos, que utilizan la inmigración para fomentar la política del miedo, la confrontación e intentar hacer saca de votos.

Querido/a lector/a, es evidente que en el marco de la UE, es urgente regular los flujos migratorios. Tan cierto como es necesario defender la ley y las fronteras. Pero, al tiempo, se debe colaborar en fomentar políticas de solidaridad que, unas, ayuden al desarrollo de los países en origen y, otras fomenten aquí, la integración social. Si así lo hacemos, la inmigración será una oportunidad para los inmigrantes y para nosotros: ellos representan crecimiento económico, superávit en la seguridad social y las pensiones, mayor aportación que detracción económica en los fondos públicos, divisas, compra de viviendas, consumo, etc… En cualquier caso, la inmigración no es el problema, es el futuro. En consecuencia, al menos para mí, el discurso antiinmigratorio es moralmente incorrecto y estúpido desde el punto de vista económico.

*Analista político