La Galania a la reina de la Magdalena 2017 el pasado fin de semana, dejó nuevamente patente, la desidia y la indiferencia del Consell a este tipo de actos. Este hecho sería impensable en Valencia, pero para el Consell ya se sabe que Castellón es de segunda. Es momento de dejar patente que este tipo de actitudes, ni el mundo de las gaiatas se lo merece, ni los diversos colectivos festeros deben asumirlo. La representación institucional lo es por el cargo y para toda la Comunidad. Un presidente y nueve consellers, bien podría alguno haber asistido al acto, aunque no fuera por devoción al menos sí por obligación.

El problema no es en sí el hecho de no acudir, como representante institucional, a un acto de esta naturaleza- que también-, el problema reside en la constante indiferencia que el Consell muestra a los actos y hechos de Castellón. Un desplante en toda regla.

La ausencia de los miembros del Consell cuando su representación institucional parece que lo requiere es un gesto de orfandad supina a una tierra, a una provincia, que merece una mínima atención por parte del Consell de Puig y Oltra.

PERO LLUEVE sobre mojado, dado que los presupuestos de la Generalitat ya dejaron, en el mes de diciembre pasado, a la cola de las inversiones a la provincia de Castellón. El conflicto con el decreto de competencias en materia de turismo y deportes fue un nuevo pulso que Puig quiso lanzar a esta tierra, y lo perdió. La pugna constante del Consell con Castellón se personifica en la batalla constante en el Hospital provincial de Castellón. Los despidos de Montón declarados improcedentes y nulos le va a costar a todos los ciudadanos una cantidad importante de dinero solo comparable al grado de ideología y sectarismo que destila las políticas del Consell de Puig y Oltra.

Un desplante detrás de otro, una indiferencia tras otra. La imposición, la prohibición y el sectarismo son la característica de un Consell que cuando piensa en Castellón lo hace para dar la espalda, para provocar un conflicto, para generar un malestar. Castellón no es, ni se merece esa forma de actuar del Consell y creo que los castellonenses no podemos seguir permitiendo esas actitudes y esos compartimientos, ya sea en actos festivos o en la gestión diaria. Todo esto vuelve a generar el conflicto permanente con la comparativa con la capitalidad de Valencia, donde Castellón además de la hermana pobre parece que lo es también en cariño y atenciones. Hay cuestiones en política que no se miden solo desde el punto de vista económico o presupuestario, hay gestos que son gratuitos y que se miden con el compromiso de un Consell por una tierra. Es obvio y no me cabe ninguna duda que el próximo año empezará el desembarco con más de media legislatura cumplida, iniciando la precampaña para hacer ver que Castellón importa. Pero para eso el refranero lo deja claro: dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Los desplantes del ayer siempre quedarán por más que en el futuro se pretenda aparentar un inmenso cariño a lo que representa Castellón y sus costumbres. Las elecciones provocaran ese repentino cambio.

*Diputado autonómico del PP