Querido lector, hoy quiero hablar de ese particular estilo de hacer oposición política que, en el Ayuntamiento de la Vall d’Uixó, tienen algunos concejales del PP. Aunque quiero aclarar que, a pesar de que pueda parecer lo contrario, este pequeño artículo no es una intromisión en la vida propia de otro partido, del PP. ¡No se me ocurriría! Cada uno tiene derecho a decidir su camino. Pero en la medida en que el quehacer de estos concejales del PP se basa en un público y exclusivo insulto personal, creo que al ser conocido por todos tengo el derecho y el deber de opinar y de catalogar ese estilo de injusto e inútil.

Digo injusto porque suelen ser inventos, acusaciones falsas sin pruebas y, en consecuencia, sin honorabilidad. Digo inútil porque no aportan ni la eficacia ni las soluciones exigibles. Es, por decirlo de alguna forma, una oposición política desde el puro enredo. Además, por su carácter público, solo sirve para degradar la credibilidad de la política y de los políticos o, peor aún, para imposibilitar el diálogo que la difícil situación de crisis y el sentido común, la buena fe y el amor al pueblo reclama.

Ante esa situación y con el interés de que me entiendas, de situarme en el espacio próximo y limitado de esta legislatura, te diré que tan poco fecundo y vergonzoso proceder viene de antes de que la actual alcaldesa tomase posesión. Recuerdo, que la acusaron con infundios de autoproclamarse, de prepotencia, de querer instalar cámaras y pantallas para su lucimiento personal, etc. Después intentaron crear dudas sobre el resultado de unos exámenes y la objetividad del tribunal. Ahora, por decir la última que se conoce, utilizan las redes para cuestionar sin motivos el buen hacer de una concejala. En definitiva, este comportamiento no tiene nada que ver con la forma de ejercer la oposición, clásica o anglosajona, que se basa en ganar votos y el poder desde el ejercicio de la crítica fehaciente y moderada pero, sobre todo, desde la propuesta de soluciones a los problemas vecinales. Ni nada que ver con una visión cristiana, católica, apostólica y romana de la política (lo digo porque todos estos han hecho alcaldes honoríficos de la Vall d’Uixó, o algo parecido, a San Vicente y a la Sagrada Familia) que la define como un ejercicio ético en defensa del bien común. Ni nada que ver con el comportamiento moral y cívico que el ejercicio de vivir en sociedad aconseja.

Querido lector, se trata de una oposición política sin política, que ofende la dignidad de las personas, no construye al no presentar propuesta programática alternativa y, si algo genera, es el descrédito y, en última instancia, la querella. H

*Experto en extranjería