El pasado miércoles organizábamos desde el Ayuntamiento de Vila-real un humilde y sencillo homenaje a los 12 maestros que se jubilaron en el curso 2015-2016. La BUC, un contenedor de cerca de cinco millones de euros que encontramos vacío en el 2011 --la biblioteca sin libros--, hoy reconvertido en un espacio de oportunidades para el conocimiento, era testigo también de la entrega de los premios del V Concurso de la Cátedra de Innovación Cerámica Ciutat de Vila-real de la Universitat Jaume I. La sociedad nunca agradecerá suficientemente a nuestros maestros, que tanto nos han marcado en la vida y que deben recuperar el protagonismo social que merecen.

Esto era a las 19.00 horas. Dos horas antes, despedíamos a un buen hombre, de esos que predican y dan trigo. Así lo describió el padre Antonio en sus recuerdos hacia su hermano. Nos dejaba para emprender su nueva vida; uno de esos párrocos de esa Iglesia cercana, la que vive y convive integrada en nuestros barrios, la que se implica en los buenos y los malos momentos de su gente.

Mi infancia está marcada especialmente por el cariño, el amor y la educación de mi familia, de mis maestros, de mis amigos, de mis vecinos del barrio del Hospital y de la comunidad de la parroquia de los padres franciscanos. Allí contrajeron matrimonio mis padres, fui bautizado, hice mi catequesis y tomé mi primera comunión, igual que mis hermanos; allí me confirmé.

En la parroquia comprendí que todo el mundo no teníamos las mismas oportunidades y que debemos ayudarnos unos a los otros, gracias al trabajo, la solidaridad y el ejemplo de la Juventud Antoniana. Allí disfrute como paje de los Reyes Magos, llevando la ilusión y la alegría de la que años antes habíamos disfrutado mis hermanos y yo, y que ahora llenan de emoción los días de Reyes de mis sobrinos.

Y allí había un ser humano extraordinario, cariñoso, alegre, bromista, paciente y estricto a la vez, solidario y con una calidad humana de la que deja huella, un hombre siempre dispuesto a poner el hombro a quien necesitara su ayuda. Ese era el padre José María Botella. Todavía recuerdo cómo se emocionaba y, cada vez que nos veíamos, le decía orgulloso a la gente: «Mira bé este xiquet, me l’he criat jo i mira on ha arribat».

Y es que, padre, parte de lo que soy se lo debo a usted.

COINCIDENCIAS de la vida. El mismo día que inauguraba la exposición de Sant Pasqual en la Casa Museo de nuestro Hijo Predilecto Vicente Llorens Poy, con motivo de la celebración del Centenario del patronazgo de nuestro patrón, despedíamos a otro franciscano ejemplar, al padre José María, y entregaba un reconocimiento a los maestros que se jubilan.

Coincidencias que me hacen reflexionar y pensar que me siento muy orgulloso y agradecido a la gente de este pueblo único, que me ha dado la oportunidad de ser su alcalde, feliz y, desde la gran responsabilidad que se me ha encargado, con el deseo y la esperanza de que en mi actuar de cada día esté presente el padre José María, sus hermanos franciscanos y su ejemplo.

*Alcalde de Vila-real