Con deseo constructivo y didáctico, aunque solo sea por mi edad, os ruego que atendáis mis pensamientos, especialmente a los políticos, y a todos que os toméis a bien mis quejas, pues aunque hace tiempo que no se ven tantas manifestaciones promovidas por los sindicatos (están un poco missing) contra los recortes en gastos sociales como sanidad o educación o contra lo que sea --porque si baja el paro es por contratación de baja calidad y si sube es porque el Gobierno no está haciendo lo necesario--, ciertamente hemos quedado saturados con todo lo que ha pasado y está pasando en Madrid y en Cataluña, especialmente.

Afirmaciones en comparecencias de los partidos todos compitiendo por chupar cámara, por saturarnos de mensajes que suponen creeremos porque llevan implícitas seriedad y convicción (bien ensayadas) en los actos de lectura de comunicados en las sedes de partidos, a los que asisten cuatro gatos, noveles; actos que se desautorizan si acaso en las imágenes aparecen los pocos asistentes, pero que se llevan a cabo para salir en la tele. Obviamente el mensaje tendrá más o menos fuerza dependiendo de la edición, el tiempo que dure y de escoger adecuadamente el primer plano del corte.

Así que lucha y lucha por nuestra atención, por poner los mensajes y algunas ideas en competencia o, mejor, en competición.

Yo estoy saturado de siempre escuchar de cada uno lo mismo. Me gustaría escuchar cosas como las que escucho de Alemania, que se ponen de acuerdo, que hay una mayoría que coincide en lo que es bueno para el país, para su estabilidad, para su economía.

AQUÍ EN ESPAÑA no. Aquí, todos en competencia, porque cada uno es más sabio que el otro, cuando, en realidad, la mayoría de los intérpretes del sainete político no han hecho otra cosa en su vida que corear y apoyar a quien tenía la posibilidad de ponerlo en un buen lugar en la lista de candidatos; pocos, si acaso ninguno, han tenido experiencias laborales o empresariales y han mostrado su éxito en la gestión de su economía personal (salvo el intentar vivir de la política).

El ciudadano común está saturado. Se desacreditan los políticos y partidos que pontifican en las manifestaciones y en congresos (que llenan con partidarios de toda España), así como en seminarios semanales en diversas capitales, para repetir la chuleta de cabecera, en unos platós debidamente estudiados para mejorar la imagen, dando frescura, juventud, afirmaciones que intentan que transmitan convicción y seguridad.

Ignoran, no, sino pasan por alto, que no estamos en campaña. Aunque, quizás me equivoco al decirlo, pues parece que están en campaña continua. Pero olvidan que lo que esperamos como ciudadanos comunes y del montón es que ahora toca gobernar, decidir, legislar, debatir, razonar, hacer propuestas, cambiar y mejorar propuestas, en fin, ponerse de acuerdo. Pero parece que les es más de provecho tenernos en vilo, en campaña permanente.

Y digo y afirmo al mismo tiempo, que ya está bien de manifestaciones procesionales, congresuales, asamblearias o en seminarios. Parecen organizaciones religiosas tratando de salir de sus lugares de culto para que se note que no son minoritarias, porque, de hecho, lo son; tanto sindicatos como partidos políticos son asombrosamente minoritarios y no representan a la sociedad más que en la medida y a causa de la legitimidad que les dan los votos; y los primeros no tienen ninguno.

Dejemos pues que sean los votos los que permitan lo que tengamos que oír. Y los votos se oyen en los dos templos de la democracia, en España eso se hace en el Congreso y en el Senado. El Gobierno llevando la iniciativa en gobernar, la oposición tratando de mejorar las decisiones del mismo, con su control, para el bien de los ciudadanos. Ahí es donde hay que hablar, debatir, hacer propuestas y contrapropuestas, críticas constructivas y aportaciones que mejoren ambas: de ahí sí que queremos noticias. Ahí, donde el plató es el mismo para todos los intervinientes, es donde se tiene que escenificar, ahí es desde donde se tienen que comunicar a la ciudadanía los mensajes y las noticias de la gestión política, buena o mala. Ahí es donde se tienen que dar razones, no afirmaciones.

POR EL CONTRARIO, las noticias que de los sindicatos y partidos llegan de la calle, de sus sedes, o de cualquier otro lugar, fuera de los dos templos de la democracia, tienen la mínima credibilidad: la misma que la del pataleo, la algarada, la bocina y la pancarta. Alguien creerá que, apoyados por los asistentes al acto, los mensajes cobran credibilidad y proyectan convicción; piensan, probablemente, que un estrado de jóvenes especialmente guapos (sobre todo de bellezas escogidas) que corea con una sonrisa las ocurrencias o el mensaje fuerza del discursante, en auditorios coloridos, o en azul, o rojo, o más rojo todavía; con rosas o palomas, o manos, o puños, es más creíble. No. Además, pienso que esos símbolos hay que guardarlos para las capillas privadas.

Al ciudadano hay que respetarlo. Lo que está pasando es abusivo o así me lo parece. Aunque la responsabilidad es compartida con los medios que lo permiten o son cómplices de hacerlo más abusivo (estarán haciendo méritos para no los echen al paro de no tener publicidad).

No quiero adoctrinamiento ni de palabra ni de imagen; quiero información y pido que se me den explicaciones de las razones para las decisiones políticas y económicas que se toman: y eso lo pido del partido en el gobierno y del propio gobierno. No me gusta escuchar trifulcas ni, repito, adoctrinamiento político (y se quejan del adoctrinamiento que se pueda dar en las aulas).

De los otros, de la oposición, rechazo también lo mismo y pido información, ciencia, razones y no afirmaciones. Todo ello dicho en los templos que, como ciudadanos, y respecto de la polis, más deberíamos respetar, los de las Cortes: Congreso de los Diputados y Senado.

*Doctor en Derecho