Uno de cada tres usuarios de internet es un menor, según estimaciones de Unicef. De ahí que nunca sean suficientes las medidas para proteger a ese sector de la población de los riesgos de la tecnología digital. Un estudio de unos investigadores de la Universidad de Berkeley advierte, en ese sentido, de la información confidencial, los datos que se facilitan para usar las aplicaciones infantiles. Así, destaca que el 8% de ellas obtienen una información exhaustiva de sus usuarios y casi el 50% piden un dato que parece irrelevante, la geolocalización, pero que es un filón en su explotación comercial. Saber en qué barrio vive un niño revela mucho de su entorno familiar. Los menores son, además, un camino ideal para acceder a los padres. Y si los adultos tienen que dar su consentimiento a facilitar datos personales, no suele ocurrir igual con los niños, menos conscientes lógicamente de ello.

El caso de las apps infantiles vuelve a poner sobre la mesa la cuestión de la privacidad en internet. Hay que ser conscientes de que representa un bocado muy apetitoso. Bien lo saben las compañías de data brokers, que reúnen todo tipo de información sobre los usuarios y hacen negocio con ella con fines publicitarios o incluso políticos. Conviene, por ello, ajustar todavía más los protocolos de protección de datos, sobre todo con menores de por medio, y reclamar también a la industria que se haga responsable de la situación y revise procedimientos que permiten conseguir datos con tanta facilidad.