Querido lector, estos días nos hemos enterado de que el Tribunal Supremo ha confirmado los cuatro años de prisión que la Audiencia de Castellón le impuso a Carlos Fabra: el que fue presidente del PP de la Diputación y símbolo del poder político.

Aunque, por honor a la verdad, más que por el poder que acumulaba, se hizo punto de referencia por ejercerlo de una forma que, en excesivas ocasiones tenía poco o nada que ver con las cotas de democracia e indecencia imprescindibles para representar al pueblo, para gobernar.

Al final, ahora, y como tantas veces se ha denunciado a lo largo de estos años, el histórico mandamás de la derecha política castellonense contemporánea, ya es delincuente: no confeso, pero si convicto.

Por cierto, son muchos los que se han preguntado aquello de: ¿Cómo es posible que personas de estas características han podido acampar y crecer en democracia? La respuesta no es fácil ni única: son realidades que se constituyen en el tiempo y en el marco de un proceso sociopolítico, en consecuencia, existen varios motivos y causas.

Pero, posiblemente tienen que ver con su militancia en un partido en el que a la jefatura le interesan más los votos que la forma de ganarlos, es decir, que el ejercicio ético de la política: solo así se puede entender que Rajoy lo presentara como “un ciudadano ejemplar”. Aunque, supongo, que también está vinculado al carácter presidencialista de ese partido y a su capacidad de decidir, al menos en esta provincia, quien tiene cargo, empleo, sueldo, chulería… etc.

Incluso, a esta impostura ha ayudado la existencia de palmeros, de algunos afiliados que por medrar, durante años han renunciado a la sensatez y a toda capacidad crítica, han hecho del ejercicio político algo ajeno a la dignidad y al obligado compromiso de ciudadanía.

Y todo esto, sin perder de vista dos realidades sin las cuales el fabrismo, lo que es y representa, no hubiera podido existir: una oposición incapaz de ser alternativa, de desmantelar la falsa creencia de un Fabra político preocupado por la provincia (¿Dónde está el hospital de la Vall, mundo ilusión, los campos de golf, la ciudad de las lenguas etc.?)

Y al tiempo unos medios de comunicación que en más de una ocasión han estado más preocupados por la cuenta de resultados que por ejercer de cuarto poder. ¡Ojo! Aún corremos peligro. El fabrismo no es solo Fabra era y es un modelo de partido, una forma y manera de entender el uso de la democracia, las instituciones públicas y de la política que aún perdura. H

*Experto en extranjería.